Rogelio Cuéllar / Coordinación Nacional de Literatura-INBA
Carlos Fuentes, escritor e intelectual mexicano, crítico de su tiempo, narrador incansable, innovador y autor de novelas ya clásicas de la literatura universal, nació el 11 de noviembre de 1928. Su vida como diplomático le permitió redescubrir la esencia del hombre y retratar con una mirada nueva a México y su tiempo. Su inicio en las letras lo hozo cobijado por Alfonso Reyes, a quien considerará uno de sus maestros. Novelas como La región más transparente, Cristóbal Nonato, Aura, La muerte de Artemio Cruz, Gringo Viejo y Terra Nostra, son las obras que le dieron un lugar en las letras universales por la profundidad de los temas, la destreza narrativa, la utilización de técnicas novedosas y el afán totalizante. Como diría julio Ortega: “Lo que fuentes hizo fue crear escenarios nuevos de libertad de la lectura”. En su faceta de ensayista, Fuentes es reconocido principalmente por Tiempo mexicano y La nueva novela hispanoamericana lo colocan como uno de los críticos más acervos en la definición del llamado Boom.
Por esta labor intelectual y de escritura, Fuentes recibió reconocimientos como el Premio Nacional de Literatura de México, el Premio Rómulo Gallegos, el Premio Alfonso Reyes, el Premio Miguel de Cervantes, el Premio Menéndez Pelayo, la Legión de Honor de Francia, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, entre muchos otros. Creador y genio literario de su tiempo, Carlos Fuentes creyó en el poder de las palabras visionarias y rebeldes de los artistas: “el hombre, cada hombre, es capaz de definir su propio destino como un artista define, creándola, su propia obra”.
Falleció el 15 de mayo de 2012, después de una batalla por la palabra, la libertad y la creación literaria.
En el boletín Leer en Común, Víctor Manuel Banda nos relata la aventura de leer la obra de Carlos Fuentes a través de dos de las obras fundamentales: Aura y La muerte de Artemio Cruz.
De las apariciones del amor y el deseo
La mentira hermana de la imaginación: a cincuenta años de ser escritas Aura y La muerte de Artemio Cruz, encontramos en estas novelas fundamentales de la literatura mexicana la voz vigente de Carlos Fuentes, un escritor universal al que ahora podemos leer en todas nuestras Salas de Lectura.
Víctor Manuel Banda Monrroy
Pones los ojos sobre la página. Te preguntas: ¿quién escribió el texto? ¿Será interesante? ¿Por qué le parecerá importante hablar de la novela Aura, de Carlos Fuentes? Te arrellanas en tu asiento. “Más le vale a este hombre que el artículo sea bueno y que no me haga perder el tiempo”, piensas al concederle una oportunidad a las líneas sobre las que posas tus ojos.
Te enteras ahora de que Carlos Fuentes escribió una novela en segunda persona, no en primera, como en otros libros; en lugar de decir “Pongo los ojos sobre esta página” o “Él puso los ojos sobre la página”, escribió algo semejante a: “Ahora pones los ojos sobre estas líneas”. Manera de contar que crea una sensación de extrañeza, como si se dirigiera a ti, como si te hablara al oído ya desde el comienzo: “Lees ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más”.
La voz en segunda persona te envuelve y por momentos te da la impresión de que se ha vuelto tu propia voz, como si fueras a dejar la lectura y realizaras, hipnotizado, lo que el libro te ordena. Y si obedeces, iniciarás un viaje por la Ciudad de México, recorrerás vecindades ruinosas y calles del centro invadidas por vendedores ambulantes: “conglomerado de viejos palacios coloniales convertidos en talleres de reparación, relojerías, tiendas de zapatos y expendios de aguas frescas”. En una parte de la ciudad semiabandonada, donde dominan edificios con una arquitectura entre barroca y gótica, transcurrirán los amores de Felipe Montero con Aura gracias al poder convocante de la viuda Consuelo, anciana bruja que se alimenta de la presencia de los vivos y del hálito de quienes se han ido. Encontrarás en Donceles 815 (¿existe tal número en esa calle?), en habitaciones polvosas, que de las sombras emerge la mujer, siempre deseada, tal vez eterna.
Seguirás a la coneja blanca que se refugia en la cama de la anciana y, sin darte cuenta, en lugar del animal aparecerá ella, la mujer anhelada, Aura, y creerás que todos los cuerpos, espacios y tiempos se concentran en ese solo cuerpo.
Tal vez Aura sea una historia de fantasmas, o una historia de amor a través de los tiempos y de todos los cuerpos, o quizá sea una historia de brujería y, a lo mejor —te lo digo de una vez— es todo junto. También es un experimento literario con narración en segunda persona, un viaje a través de los tiempos narrativos en el que lo contado en futuro se vuelve presente, y lo que se cuenta en presente naufraga en el pasado. Una voz envolvente que no te suelta hasta la última promesa de un retorno tal vez imposible: “Volverá [querido lector], la traeremos juntos. Deja que recupere fuerzas y la haré regresar”.
Tal vez encontrarás que en el fondo de la novela flota el conflicto de dos países, uno nuevo y uno viejo, que se fascinan y se rechazan el uno al otro. El fantasma eres tú mismo, te parecerá ser la lección central. La historia es el espejo en el que siempre apareceremos para recordar: “tu rostro antiguo, el que tuviste antes y habías olvidado”.
Si no tienes mucho tiempo, no te preocupes, la novela es breve, apropiada para leerse en una tarde, mientras vigilas que los muertos regresen a sus tumbas y no se queden demasiado tiempo por aquí; una breve obra maestra en la que el lenguaje de la pasión alcanza un extremo, un más allá de los cuerpos jóvenes o envejecidos, de los espacios, de la historia y de las barreras del propio lenguaje.
Cierra este boletín, abre el libro. Aura y la viuda Consuelo te esperan.
La creación del país en el que vives
¿Y si te dijera que existe otro libro en el que no sólo se utiliza una voz poco usual, sino que se narra con muchas otras voces? ¿Y que también es apasionante? Se trata de La muerte de Artemio Cruz. Recordarás que hablé de las diferentes voces narrativas, y entenderás que en la novela de la que hablo ahora Carlos Fuentes utiliza las tres personas de los sujetos: yo, tú, él. Alguien cuenta desde esas distintas voces. En primera, segunda y tercera persona. Es un experimento audaz en el que cada voz aparecerá en un tiempo diferente: presente actual (yo), futuro (tú) y pasado (él).
El juego de voces se vuelve más sorprendente cuando caes en la cuenta de que la segunda persona habla en realidad del pasado más íntimo del personaje, como si se relatara a sí mismo su propia vida y surgiera la verdad más profunda de ella. Las tres voces cuentan la historia del mismo personaje, Artemio Cruz, aquel que agoniza en el transcurso de la novela: “Yo no sé... no sé... si él soy yo... si tú fue él... si yo soy los tres... Tú... te traigo dentro de mí y vas a morir conmigo... Dios... Él... lo traje adentro y va a morir conmigo... los tres... que hablaron... Yo... lo traeré adentro y morirá conmigo... sólo....”
Un mosaico de voces, una narración desde distintos puntos de vista, desde distintos tiempos, que trata de encontrar las motivaciones del personaje y dar una visión completa de su vida. Vida que va de la juventud briosa que provocó cambios en la sociedad y en sí misma, a la decadencia física, la agonía, la necesidad de conservar el mundo tal como es.
Artemio Cruz peleó en la Revolución mexicana con esperanzas de cambio social, y terminó enriqueciéndose gracias a influencias y contactos que logró al traicionar sus ideales. Su decadencia física va al parejo con la de la revolución social que comenzó en su juventud. La riqueza que generó a su alrededor no esconde su estado de agonía, de decadencia. En su lenta muerte intenta recordar, entender, por qué ha llegado a este punto.
Comprenderás que las ideas no aparecen en la novela una tras otra, porque se da un ir y venir de tiempos, personajes, variación de miradas. Que se trata de una compleja red de tiempos y perspectivas que no aparecen de manera sucesiva, sino que dan saltos hacia adelante y hacia atrás.
Y comprenderás que todo se liga al país en el que vivimos. La muerte de Artemio Cruz puede hacernos entender lo que está ocurriendo ahora. Tal vez nos demos cuenta de que todavía, a pesar de todo, existen muchos Artemios en nuestro país.
Ya con ésta me despido
Estás a punto de soltar el boletín y correr a abrir las páginas nuevas de estos libros, para verificar si lo que te he dicho es cierto, o, tal vez, y eso sería mejor, para hacerte tus propias ideas de ellos, que podrían ser muy diferentes de las mías. Suerte en tu viaje.
Después de leerlos, quizá extrañarás a Carlos Fuentes en estos tiempos en que el porvenir se avizora inquietante y te parezca necesaria su lúcida presencia, pero recuerda que él no creía tanto en vida y muerte. Podemos preservar sus ideas si lo leemos, como en estas palabras de su autobiografía En esto creo: “No hay palabra que no sea portadora de una inminente resurrección. Cada palabra que decimos anuncia, simultáneamente, otra palabra que desconocemos porque la olvidamos y una palabra que desconocemos porque la deseamos. Lo mismo sucede con los cuerpos, que son materia. Toda materia contiene el aura de lo que antes fue y el aura de lo que será cuando desaparezca. Vivimos por eso una época que es la nuestra, pero somos espectro de otra época pasada y el anuncio de una época por venir. No nos desprendamos de estas promesas de la muerte.”
Dice el lugar común que la mejor manera de recordar a Carlos Fuentes es leyéndolo. Hagámoslo.