Rogelio Cuéllar / Coordinación Nacional de Literatura-INBA
Jaime García Terrés
ocupa un sitio único en las letras mexicanas. Sobrio y riguroso, la obra del
poeta refleja el arduo trabajo de orfebrería en el lenguaje, pero no por eso la
ausencia de los sentimientos del hombre, del viajero, del testigo de un mundo
cuya belleza anida en lo cotidiano de los días.
Nació el 15 de mayo
de 1924, lo que lo sitúa al lado de escritores como Jaime Sabines, Tomás
Segovia y José Emilio Pacheco, de la generación conocida como del Medio Siglo.
El espíritu afanoso
de Jaime García Terrés lo llevó a desempeñarse en muchos ámbitos de la cultura:
como crítico literario, su esporádico paso en este terreno se vio reflejado en
un riguroso estudio titulado Los infiernos del pensamiento, en el
que aborda con maestría la poesía de Gilberto Owen; como traductor, vertió al
español la voz de Giorgos Seferis, y con ello brindó a los lectores de nuestro
idioma “el pensamiento y enseñanza del hombre que mejor ha encarnado, en los
tiempos actuales, el espíritu de la Grecia eterna”. Además, fue un editor de
primera línea al dirigir la Revista de la Universidad de México y
también el Fondo de Cultura Económica.
Envío
Ah, palabras.
Linaje desesperado,
consumiéndose.
He aquí los restos.
Las cruces que dejó la batalla
en medio de los campos, rígidos ya,
al grave modo de una bandera abandonada.
Ahora
son las palabras.
El botín
fúnebre. Los lívidos
rasgos de la pluma.
Nada podemos. Ahora estamos solos.
Tú. Yo. Las cosas.
Y mis dedos
—pobres centinelas diseminados—
nos persiguen apenas,
a distancia.[1]
No obstante, y
sobre todo, García Terrés fue un poeta de resuelta pasión por la palabra. Su
obra lo demuestra por sí misma: los decididos pasos que dio en el apasionado
cuidado del lenguaje conversacional, las imágenes templadas por la mirada del
poeta viajero, y el suave acompasamiento musical en cada verso dan fe de la
inteligencia con que labraba cada poema. Muestra de ello son los poemarios Las
provincias del aire, Los reinos combatientes y Corre
la voz, compilados en el volumen Las manchas del sol. Poesía
1956-1987.
A manera de
homenaje, Jaime García Terrés fue retratado con las palabras de dos grandes
poetas que lo conocieron a su tiempo y supieron definirlo: Octavio Paz, que ya
lo vislumbraba en el horizonte literario, dijo que “sus primeros poemas fueron
notables por el rigor inteligente con que el poeta extirpaba la vegetación
parásita del yo”, y José Emilio Pacheco: “La elocuencia de García Terrés se
halla en razón directa de su sobriedad. En la perfecta alianza de sonido y
sentido que se da en sus poemas, la destreza rítmica nunca aparece como algo
exterior sino como el medio preciso de suscitar en quien lo lee la experiencia
transmitida en los versos”.
[1] Jaime García Terrés, Las provincias del
aire. Todo lo más por decir, México, Conaculta (Lecturas Mexicanas, Tercera
Serie 60).
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